JMGB (2020) Competencia ecosocial, ¿qué, por qué y para qué?

Creo, por numerosas encuestas y eurobarómetros,  que una mayoría significativa de la población considera  que el modelo de producción y consumo hegemónico nos lleva de manera acelerada por un camino realmente insostenible. Tan es así, que numerosos agentes educativos coincidieron en la necesidad de crear programas para sensibilizar a la ciudadanía y fomentar un modelo de vida  más sostenible. La Educación Ambiental (EA), con mayor o menor éxito, lleva haciéndolo en su corta historia de 50 años.

En este contexto, una de las referencias más relevantes en todo el mundo, el primero que nos viene a la mente, es la adopción por parte de la Asamblea de la ONU, en 2015, de la Agenda 2030 que incluye 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Objetivos que, según la Declaración, deberían ser una prioridad para todos gobiernos y ciudadanía para el 2030. La Declaración, en su punto 33 cita: “Reconocemos que el desarrollo social y económico depende de la gestión sostenible de los recursos naturales de nuestro planeta” y que, por tanto, hay que preservarlos. La gran mayoría de los problemas ambientales, además de dañar los ecosistemas, están relacionados con problemas que afectan la salud humana y el sustento de numerosas poblaciones humanas.  Es decir, que los problemas son ecosociales.

La ciencia parece coincidir en que hemos atravesado el umbral de una nueva era geológica llamada Antropoceno. Una nueva época caracterizada por el asentamiento sedimentario fósil de restos derivados del metabolismo industrial de la actividad humana. Clase política e instituciones globales prevén con seguridad que los acuerdos políticos, los incentivos económicos y las soluciones tecnológicas no van a ser suficientes para abordar el Antropoceno. Para crear un mundo más justo, más pacífico y sostenible, todos los individuos y las sociedades requieren un esfuerzo colectivo y aquí es donde la Educación para el Desarrollo Sostenible, la Educación Ambiental para la Sostenibilidad o la Educación Ecosocial tienen un papel crucial que desempeñar, construyendo conocimientos, desarrollando competencias, estableciendo nuevos valores y educación para la acción transformadora.

Si acordamos que debemos llevar a cabo acciones transformadoras que creen espacios de transición hacia sociedades más justas y más equilibradas ecológicamente, necesitamos también una transición educativa. Una transición que nos haga salir del concepto instrumentalista de la educación que han impuesto en las últimas décadas la OCDE, el FMI o el BM, para lograr personas más formadas que educadas, para integrarse al mercado de empleo.

La propia ex Directora General de la UNESCO, Irina Bokova, señala que: “Se necesita un cambio fundamental en la forma en que pensamos sobre el rol de la educación en el desarrollo mundial, porque tiene un efecto catalizador en el bienestar de los individuos y en el futuro de nuestro planeta (…) Ahora más que nunca, la educación tiene la responsabilidad de estar a la par de los desafíos y las aspiraciones del siglo XXI, y de promover los tipos correctos de valores y habilidades. Incluso habla de una necesaria transición educativa. Nadie puede estar en contra de estas palabras (espero). En lo que seguramente vamos a discrepar es en cómo concretar esta justificación.

La propia Unesco, en la obra citada, afirma que, en el marco de la educación del siglo XXI, las competencias clave representan competencias transversales necesarias para todos alumnos de todas las edades a nivel mundial (desarrolladas a distintos niveles según la edad). Las competencias clave pueden ser entendidas como transversales, multifuncionales e independientes del contexto. No reemplazan las competencias específicas necesarias para actuar de manera exitosa en algunas situaciones y contextos, pero las comprenden y tienen un alcance más amplio. Además, señalan las siguientes como competencias clave para la sostenibilidad:

  • Competencia de pensamiento sistémico: las habilidades para reconocer y comprender las relaciones; para analizar los sistemas complejos; para pensar cómo están integrados los sistemas dentro de los distintos dominios y escalas; y para lidiar con la incertidumbre.
  • Competencia de anticipación: las habilidades para comprender y evaluar múltiples escenarios futuros – el posible, el probable y el deseable; para crear visiones propias de futuro; para aplicar el principio de precaución; para evaluar las consecuencias de las acciones; y para lidiar con los riesgos y los cambios.
  • Competencia normativa: las habilidades para comprender y reflexionar sobre las normas y valores que subyacen en nuestras acciones; y para negociar los valores, principios, objetivos y metas de sostenibilidad en un contexto de conflictos de intereses y concesiones mutuas, conocimiento incierto y contradicciones.
  • Competencia estratégica: las habilidades para desarrollar e implementar de forma colectiva acciones innovadoras que fomenten la sostenibilidad a nivel local y más allá.
  • Competencia de colaboración: las habilidades para aprender de otros; para comprender y respetar las necesidades, perspectivas y acciones de otros (empatía); para comprender, identificarse y ser sensibles con otros (liderazgo empático); para abordar conflictos en grupo; y para facilitar la resolución de problemas colaborativa y participativa.
  • Competencia de pensamiento crítico: la habilidad para cuestionar normas, prácticas y opiniones; para reflexionar sobre los valores, percepciones y acciones propias; y para adoptar una postura en el discurso de la sostenibilidad.
  • Competencia de autoconciencia: la habilidad para reflexionar sobre el rol que cada uno tiene en la comunidad local y en la sociedad (mundial); de evaluar de forma constante e impulsar las acciones que uno mismo realiza; y de lidiar con los sentimientos y deseos personales.
  • Competencia integrada de resolución de problemas: la habilidad general para aplicar distintos marcos de resolución de problemas a problemas de sostenibilidad complejos e idear opciones de solución equitativa que fomenten el desarrollo sostenible, integrando las competencias antes mencionadas.

Quizás, desde una perspectiva más crítica se hubiesen añadido una competencia política, una competencia para la acción, una para la ecociudadanía o para el empoderamiento. Pero, en cualquier caso, son una buena referencia para, aquello que queremos denominar de una manera o de otra como que quien aprende sea competente para solucionar o participar en la solución de los problemas ecológicos y sociales, locales y globales, en clave de sostenibilidad y para transitar hacia sociedades más socialmente más justas, democráticas y equitativas y ecológicamente más equilibradas y ajustadas a los ciclos de la biosfera.

Las instituciones de educación superior también se unen al diagnóstico de la necesidad de desarrollo de competencias en sostenibilidad a nivel universitario. En las últimas dos décadas, y en el ámbito internacional, se han tomado numerosas iniciativas para promover las competencias en sostenibilidad en dichos niveles. En el Estado, tenemos autoras que han trabajado especialmente en este tema como Junyent, Bautista, Murga, Aznar, Cebrián, Ull y demás.

Irmeli Halinen (2018), analizando el renovado currículo de Finlandia, pone énfasis en la cultura escolar y afirma que las escuelas enseñan mejor con su propio ejemplo y, por lo tanto, su organización y funcionamiento son importantes. La cultura de una escuela está construida por sus prácticas que, a su vez, están formadas por su historia y cultura. Por lo tanto, la cultura de los centros escolares se puede desarrollar y cambiar. Esta fue una de las áreas de enfoque de la reforma curricular en Finlandia.

Sobre esta premisa, la Directora de Desarrollo Curricular y miembro del Consejo Nacional de Educación de Finlandia y coordinadora de la reforma curricular 2012-16, considera la escuela como comunidad de aprendizaje basada en la participación y en la implicación, que desarrolla los derechos humanos y que interviene democráticamente. Asimismo, incrementa y fortalece la equidad y la igualdad. La escuela demuestra su actitud responsable hacia el medio ambiente mediante sus elecciones y actividades cotidianas. La tarea de la escuela es inspirar esperanza para un buen futuro sentando las bases para el conocimiento y las habilidades eco-sociales. De esta manera, se considera crucial la participación activa de los y las estudiantes en la planificación e implementación de la sostenibilidad en la vida cotidiana. El profesorado, por su parte, promueve actitudes realistas y prácticas de los estudiantes para dar forma a las condiciones previas para un buen futuro, lo que refuerza el crecimiento de los estudiantes como miembros responsables de la comunidad y ciudadanos. Se alienta a los estudiantes a encontrar la diversidad del mundo con una mente abierta y curiosidad y a actuar por un futuro más justo y sostenible, afirma Halinen (2018).

Uno de los principales propósitos de la reforma fue mejorar las oportunidades de los estudiantes para experimentar la alegría y la importancia del aprendizaje y desarrollar su agencia activa y su bienestar sostenible. Los objetivos clave de las reformas fueron mejorar la motivación de los estudiantes para el aprendizaje profundo y lograr buenas calificaciones, así como aprender a vivir una vida sostenible. Era necesario repensar prácticamente todo en educación para mejorar el desarrollo holístico de los estudiantes y proporcionarles mejores circunstancias para que aprendan a vivir en este mundo complejo y en rápido cambio y para enfrentar los desafíos del futuro.

A nivel nacional los cuatro valores de la educación básica son:

  • Singularidad de cada estudiante y el derecho a una buena educación
  • Humanidad, conocimiento general y habilidad, igualdad y democracia
  • La diversidad cultural como riqueza
  • Necesidad de un modo de vida sostenible.

Se espera que cada escuela desarrolle su cultura operativa y su funcionamiento como comunidad de aprendizaje en estos cuatro pilares (Halinen, 2018).

Poseer competencias en sostenibilidad es crucial para la ciudadanía Esto incluye aprender de problemas del mundo real, anticiparse y prepararse para futuros desafíos de sostenibilidad, metodologías centrales, pensamiento integrador y participación. Por tanto, la educación para desarrollar competencias de sostenibilidad se considera un elemento clave. Así, la enseñanza basada en competencias en sostenibilidad presenta un nuevo desafío para el profesorado y más particularmente para quienes forman a futuros docentes. La Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE) redactó y aprobó en su día documentos proponiendo competencias básicas en sostenibilidad.

Del profesorado se espera no solo que esté bien informado y ofrezca argumentos convincentes con metodologías innovadoras, sino que su comportamiento trate de ser coherente con lo que se enseña en el aula. En un momento álgido de crispación social, el debate sobre el papel del profesorado no es baladí. La radiografía del profesorado en el estado es un reflejo de la propia sociedad. Necesitamos argumentos sólidos, bajar la presión administrativa y burocrática, aumentar la autonomía organizativa escolar, superar las necesidades tecnológicas e idiomáticas para realizar formación acerca de la educación ambiental hacia la sostenibilidad o a la educación ecosocial.

Por eso, en este momento (histórico, como todos) de elaboración de una nueva ley de educación, se presenta la oportunidad de aportar e incidir en este aspecto, considerado fundamental en las referencias internacionales, como es la inclusión de una competencia que haga referencia a la crisis ecosocial que sufre la vida del planeta y a la sostenibilidad como el criterio clave para las necesarias transiciones sociales y ecológicas que nos lleven a horizontes más justos, equitativos y ajustados a los ciclos de la biosfera.

En este contexto, se entiende la propuesta de #EA26, ese espacio de encuentro de personas preocupadas y ocupadas en la Educación Ambiental que cada 26 de mes, entre las 18 y las 19 horas,  intenta lograr mayor presencia pública y dar a conocer las posibilidades, opciones, temas, reflexiones, citas de interés… de la Educación Ambiental. Una propuesta para:

  • Reconocer la vida en el planeta como un sistema complejo y su valor intrínseco, así como la ecodependencia e interdependencia de todos los seres humanos.
  • Conocer cómo funciona la vida, los límites y flujos energéticos, materiales y biofísicos de nuestro planeta.
  • Ser conscientes de la profunda crisis ambiental, de sus impactos en los órdenes sociales y económicos y de la inevitabilidad de profundos cambios sistémicos.
  • Comprender y relacionar la historia, las causas, consecuencias y respuestas a los problemas ecosociales en los que está integrado el metabolismo industrial de la actividad humana.
  • Conocer los desiguales repartos del poder y de la riqueza en las sociedades contemporáneas, sus causas y consecuencias.
  • Reconocer cómo se manifiesta la crisis climática en las distintas escalas en las que opera la sociedad humana, desde la personal a la global; y cómo estas escalas se conectan.
  • Ser conscientes de los límites ambientales, tanto de los límites externos (biofísicos y ecológicos) como de los límites internos (definidos por la satisfacción justa y suficiente de las necesidades humanas) y ser capaces de actuar dentro de ellos.
  • Tener una actitud activa en la lucha contra el cambio climático y los problemas ecosociales.
  • Empatizar con los seres vivos y sectores sociales afectados por las problemáticas ecosociales.
  • Participar de forma consciente y crítica en los procesos de transformación ecosocial y participar en organizaciones ciudadanas para llevar a cabo acciones que generen justicia social, equidad y sostenibilidad.

En definitiva, una competencia ecosocial que empodera al alumnado como agentes de cambio ecosocial tanto en el centro educativo como en su entorno, incluso en esferas más amplias como la comunidad, el estado o el mundo, adoptando comportamientos sostenibles, participando e involucrándose en actividades y grupos de trabajo comunitarios para alcanzar las metas de sostenibilidad de manera consciente y contextualizada. De esta manera, se posibilita el tránsito de un modelo económico basado en el consumo y el individualismo, hacia otro basado en la cooperación y el respeto a las personas y a los elementos y dinámicas de la naturaleza.

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Gutiérrez Bastida, J.M. (5 de junio de 2020). Competencia ecosocial, ¿qué, por qué y para qué?. Construyendo educación ecosocial. https://educacionecosocial.wordpress.com/

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