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Creo que hay dos factores a tener en cuenta, que todavía no han llegado: la duración de la situación de emergencia y la filosofía de las medidas económicas que se tomen. Entre estas últimas, se vislumbran, por una parte, una vuelta de tuerca al neoliberalismo, capaz de adaptarse a cualquier situación y de decir que es la solución más que la causa de los problema y, por otra, unas políticas auspiciadas por una mayoría de ministras y ministros de medio ambiente, ecología o transición ecológica europeas cercanas a un Green New Deal. En tercer lugar, estaría una rotunda respuesta ecosocial ante lo que ha pasado y lo que queremos que sea el futuro, pero me temo que necesite más tiempo.
Sin estos dos importantes datos, a los que se suman entre otros, el estado de shock compartido en el que se encuentra quien esto escribe, me atrevo a intentar contestar a dichas cuestiones con una serie de conclusiones parciales, inconclusas y con más sentimiento que neurona. Y lo intento hacer desde lo que uno ha vivido en educación ambiental muchos más años de los que nunca hubiera pensado. Con todas estas salvaguardas que, espero, ayude al entendimiento de quien esto lee, comenzamos:
- La educación ambiental antes de la crisis sanitaria, a mi entender, trataba de ayudar –educar– a las personas a reconocer la crisis ecosocial global que sufre la vida del planeta para que pudiesen conocer sus posibilidades de participación en la solución y ejecutar acciones ecosociales transformadoras tanto individual como, sobre todo, colectivamente.
- La crisis ecosocial global no solo no ha desaparecido con la emergencia sanitaria, sino que es causa y colaboradora necesaria en el desarrollo de la pandemia. Seguimos en el Antropoceno, por tanto, el objeto de trabajo de la educación ambiental sigue ahí enfrente y nos necesita aquí, luchando, educando.
- La educación se dirige a las personas y ellas están ahí, sufriendo la crisis y la emergencia, por tanto seguimos teniendo a quien ayudar.
- Esta educación ecosocial que trato de desplegar en distintos ámbitos se desarrolla en fases que durante muchos años explicaba, ahora adaptado, de la siguiente manera. El progreso en la educación ambiental se da de la misma manera que lo cotidiano. Un día, te levantas y al entrar en la ducha notas que no hay agua caliente. Témpanos de hielo recorren tu piel (sensibilización o indignación). Piensas necesariamente que algo pasa, que hay un problema. Sales a ver qué sucede, si funciona la caldera, si está encendida, examinas el manual, etc. (búsqueda y adquisición de conocimiento). Ves que eres parte del problema, te hielas, pero parte de la solución, puedes hacer algo (toma de conciencia). Y, tras conocer la causa del problema, barajar distintas posibilidades y ver cuales están en mi mano (empoderamiento), realizas las tareas necesarias individualmente o con la ayuda de alguien para solucionarlo (acción transformadora individual y colectiva).
- Estas son, pues, sin entrar en mucho detalle, las fases del proceso educativo en el nuevo contexto:
- Indignación. Esta crisis ha sacado a la luz las aristas más duras de la crisis ecosocial global. Nuestra labor, como educadoras y educadores ambientales es desarrollar la pedagogía de la indignación (Freire), que recuerde que las personas no somos objetos de la Historia, sino también sujetos de la misma: nuestra presencia en el mundo implica elección y decisión, no es una presencia neutra. Indignarse significa afectarse psicológicamente (irritarse, enfadarse, molestarse…) contra lo que es injusto o indigno. Y las causas de la crisis ecosocial global son absolutamente injustas e indignas. “Necesitamos estar indignados, muy indignados” afirma Naomi Klein.
- Conocimiento. Conozcamos las causas y las consecuencias de la problemática sanitaria y ecosocial, cómo afecta a personas y ecosistemas, cómo afecta más a una personas que a otras, qué tipos de soluciones se están implementando o proponiendo, cuáles son los agentes que participan, valoremos críticamente si las medidas son adecuadas o sólo favorecen a una parte de la población, si se está trabajando en prevención, etc.
- Concienciación. Mientras la sensibilización nos acerca al problema, la concienciación es un proceso personal, ético y moral, que nos involucra de lleno en él: soy parte del problema, luego soy parte de la solución. Debo y quiero actuar.
- Empoderamiento. Para poder actuar en la sociedad debo conocer mis derechos, mis posibilidades de participación, cómo hacerlo, etc. Empoderarse es adquirir la capacidad para actuar en la transformación del mundo.
- Acción ecosocial transformadora. Es la puesta en práctica del empoderamiento. Es la realización de actuaciones, individuales y colectivas, que transforman realidades, que mejoran la vida de las personas, que ayudan a desarrollar vidas dignas de ser vividas.
- Durante la emergencia sanitaria o al finalizarla, nos toca ayudar a arraigarnos y explorar los límites de nuestros cuerpos y los del planeta; a repensar el mundo; a aprender a sobrellevar el duelo en situaciones de confinamiento; a colaborar en el cambio del modelo de cuidados; a experimentar cómo vivir con lo suficiente; a cambiar el modelo socioeconómico por otro más justo, ecológico y democrático; a reconstruir las políticas y sistemas de salud pública; a crear modelos sociales equitativos e inclusivos; a robustecer los sistemas de protección social (protección al desempleo, garantía de ingresos mínimos o desmercantilización de la vida –salud, educación, transporte…–, protección universal…); a desarrollar la cultura del reparto, de la equidad y de la solidaridad; a apoyar políticas públicas basadas en la precaución y el cuidado; a reflexionar críticamente y diseñar estrategias sostenibles de presente y de futuro; a insistir en la relación salud–medio ambiente; a estimular el no volver a la “normalidad” sino a transitar juntos hacia el nuevo escenario por el que queremos y por el tenemos que trabajar; a reconocer los vínculos con las otras personas y con otros seres vivos (ecodependencia e interdependencia); a denunciar el greenwashing; a formar formadores y formadoras; a trabajar mejor con el azar y la incertidumbre; a distinguir entre los intereses generales y los de las grandes corporaciones.…
- Y toca también, reconocer y aprovechar los aprendizajes realizados durante el confinamiento: que el sistema de producción y consumo se puede detener; la revalorización de los vínculos sociales (interdependencia), tanto familiares como de amistades; la necesidad vital de contacto con la naturaleza; la valoración de los servicios públicos y de las políticas –necesitadas de financiación en forma de impuestos–; el ajuste del consumo (ecodependencia) y la necesidad de decrecer material y energéticamente; la creación de redes solidarias para ayudar a los colectivos dependientes o vulnerables; el (re)descubrimiento del vecindario y de lo cercano; el aprecio de empleos que hasta ahora no eran reconocidos; el reconocimiento de la feminización de los cuidados; la valoración de la producción agrícola e industrial local; el vínculo entre salud y educación ambiental; la necesidad de desarrollar la resiliencia necesaria que nos permita afrontara en mejores condiciones futuras emergencias; el decrecimiento material y el posible colapso civilizatorio…
- En todo caso, la educación ecosocial que viene no tendrá éxito si no se articula con los movimientos sociales, políticos y culturales más allá de las instituciones. Para ello, frente a las actuales articulaciones de competencia hay que establecer relaciones de complementariedad y de sinergia, que optimizan y mejoran las acciones de cada agente social. Estos deben compartir el diagnóstico de la situación y desde cada visión se aportan manos y propuestas a la necesaria transformación ecosocial: agroecología, ecofeminismo, sindicatos, cooperativas energéticas, ayuda a inmigrantes, soberanía alimentaria, economía ecosocial… Y no será fácil. El poder de las élites del sistema socioeconómico hegemónico es inmenso, su capacidad de adaptación y justificación a las nuevas situaciones es extraordinario y las fuerzas de la oposición radical son muy modestas.
- En la escuela, algunos apuntes urgentes:
- Es ineludible adoptar un sistema educativo de enfoque ecosocial que ponga la vida en el centro de la escuela, es decir, que construyen culturas y comunidades que prioricen garantizar una vida digna, que merezca la pena ser vivida para el conjunto de las personas.
- La ley de educación debe apuntalar el desarrollo de una competencia ecosocial que, basada en el reconocimiento de nuestra ecodependencia e interdependencia, incremente la resiliencia de nuestro alumnado, de las comunidades educativas, ante nuevas emergencias, el decrecimiento material y el previsible colapso civilizatorio.
- Cuando se regrese a las aulas habrá necesidad de cercanía, el alumnado necesitará conversar, expresarse, abrazarse… El espacio y el tiempo educativos de la escuela lo debería facilitar sin la presión de los resultados, las evaluaciones, los deberes, con calma, dándose tiempo. Es una oportunidad para desarrollar alguno de los aspectos citados más arriba.
- El profesorado necesita urgentemente formación y ser competente e educación ecosocial. Ello conlleva las necesarias partidas presupuestarias y equipos formativos realmente preparados.
Se pregunta Innerarity: “¿Cómo explicamos el hecho de que siendo la crisis climática más grave que la del coronavirus, esta última nos haga modificar más nuestra conducta, que aceptemos mejor el confinamiento que la modificación de nuestros hábitos de consumo para frenar el cambio climático, que los estados se pongan más fácilmente de acuerdo y en poco tiempo frente a un virus que en las rondas de negociaciones sobre la crisis climática?”. No hay respuesta sencilla. Una transformación social o cultural que establezca cambios significativos de actitudes y comportamientos a gran escala necesita de 10 a 15 años, según la Sociología. El tiempo de confinamiento no es suficiente para crear las condiciones para un cambio profundo de mentalidad, sin embargo, es un hecho que esta crisis nos ha movido el suelo. Por ello, las elecciones que haremos nos cambiarán la vida en los próximos años, así, es posible proteger nuestra salud y detener la epidemia de coronavirus sin tener que instituir regímenes de vigilancia totalitarios, sino más bien empoderando a la ciudadanía y generando ecociudadanía. Y en esto tiene mucho que decir la educación ecosocial.
Para finalizar, traigo las palabras de Pepe Gutiérrez, respecto a la tarea que tenemos entre manos quienes, de una manera u otra, nos dedicamos a la educación ambiental:
“No se puede ser negacionista y pesimista y trabajar en la arena de la educación ambiental. Tenemos muchos retos pendientes como campo disciplinar, como colectivo profesional y como sector social. El momento histórico que vivimos es favorable a la acogida de nuestros discursos, programas, metodologías de trabajo y prácticas reflexivas. Lamentarse continuamente no nos lleva a ninguna parte, vivir en permanente estado de miedo provoca patologías incurables. Somos un sector vigoroso, joven, con mucho futuro, pero hemos de hacer un gran esfuerzo para que la sociedad realmente nos vea como necesarios, para que los ciudadanos sientan la utilidad de nuestras acciones, programas y reflexiones. Esta crisis planetaria que nos atormenta en los últimos años ha de llevarnos a una reconversión de principios y fundamentos, a una revisión de las formas y los fondos, a una mayor seriedad en el tipo de programas educativos que promovemos y a una acción coordinada de mayor envergadura en las diferentes esferas académicas, disciplinares, políticas, económicas, geográficas y vitales que nos envuelven”.
Hay tarea. Manos a la obra. Hay que convertir los números “diabólicos” en “angélicos”.
Si alguna vez fue necesaria la educación ambiental, ahora es radicalmente imprescindible.
Gutiérrez Bastida, J.M. (24 de abril de 2020). La Grumete Del Titanic. [online] Construyendo educación ecosocial. Accesible en: <https://educacionecosocial.wordpress.com/2020/04/22/la-grumete-del-titanic/>
Sigue con esto. Tiene mucha miga
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