La grumete del Titanic

¿Educación ecosocial tras la crisis sanitaria? (2/3)

Sin embargo, no todo han sido malas noticias. A pesar de todo, algunos aspectos han brillado con luz propia en la noche vírica:

  • Interdependencia. Esta crisis ha visibilizado los aspectos más invisibles de la sociedad neoliberal: “las relaciones de interdependencia debidamente encerradas en el oscuro espacio del hogar o tras los muros de instituciones específicamente diseñadas para su invisibilización, como el hospital u otras instituciones terapéutica” en palabras de Marina Garcés (2013).
  • Ecodependentes y dependientas. La emergencia sanitaria ha reconocido multitud de profesiones infravaloradas: dependientas, cajeras, reponedoras, limpieza, trabajadoras domésticas…, incluso el de las personas que trabajan en agricultura, ganadería o transporte. Trabajos que no pueden dejar de hacerse.  Y ha visibilizado la feminización de la mayoría de estos trabajos.
  • Revaloración de lo público, servicios públicos. La anterior crisis permitió a las corporaciones financieras amasar inmensos beneficios a costa de reducir o privatizar erario público. La mengua del Estado ha sido objetivo de deseo del capital para poder imponer sus normas mercantiles sin limitaciones legales, sociales o ecológicas. Ahora, cuando la tormenta arrecia, vemos hasta qué punto lo público adquiere importancia no solo como boya de orientación, sino como salvavidas. Hoy, se visualiza la necesidad de lo público, de una excelente red sanitaria pública como garante de la seguridad en salud, y los errores cometidos no hace tanto tiempo. El personal sanitario está haciendo una labor arriesgada, limitada por la escasez de recursos, digna de bastante más que los aplausos a las 8 de la noche.
  • Vecindario. Hemos pasado del saludo al coincidir en el portal o en el ascensor, a descubrir a nuevas y nuevos vecinos. Nos miramos solidarias y sorprendidas, nos hacemos guiños cómplices. Incluso, se han organizado redes, fundamentalmente de jóvenes, que llevan las compras a las personas más vulnerables creando nuevos vínculos donde no los había. Se valora al frutero, a la panadera, a la cajera de la tienda y se prefiere comprar ahí porque algo de economía hemos aprendido y preferimos que la ganancia quede y repercuta “en casa” (si bien es cierto que las compras por Internet, de productos no básicos, se han multiplicado sin límite aparente).
  • Ausencia del mercado. ¿Dónde está? ¿Cuáles son los consejos que ha indicado? ¿Dónde están sus propuestas de ajuste? Bueno, hace unos años, con el daño ya hecho, el propio FMI confesó su error sobre las políticas de austeridad. Ahora, ha resultado totalmente insospechado que neoliberales del calibre de De Guindos, hoy vicepresidente del Banco Central Europeo, se haya mostrado a favor de una Renta Básica, idea que ya está en estudio en países como Finlandia, Holanda, Canadá, Escocia o Francia.
  • Emisiones de CO2 y contaminación. Los informes avanzan que la reducción drástica del tráfico se está traduciendo en una mejora sin precedentes de la calidad del aire, muy por debajo de los límites legales y las recomendaciones de la OMS. Sin embargo, debemos entender que esta reducción de la contaminación se ha producido en el marco de una situación extrema, no planificada ni acordada y en absoluto deseable, que está provocando muertes y graves problemas a muchísimas personas. Pero, en todo caso, sí hay un mensaje claro: “Humanos, no sois necesarios para la vida. Aire, agua y tierra brillan como antaño y fauna y flora reverdecen en vuestra ausencia”.
  • En educación ambiental:

¿Y cuál es el papel de la educación ambiental en todo esto? ¿Qué futuro nos depara la pandemia y su reguero de muertes y sufrimiento o el propio confinamiento?

Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí” (Augusto Monterroso)

La educación ambiental es la grumete del Titanic. Grumetes eran personas jóvenes (como la educación ambiental, un campo que ha cumplido recientemente tan solo 50 años de su primera definición académica) que, por una parte aprendían los diversos oficios de la navegación (aprendizaje interdisciplinar) y ayudaban en las labores de cuidado y mantenimiento del barco (no necesita mayor explicación). En definitiva, cuidar la embarcación es como cuidar la propia casa (la Tierra): siempre hay tarea y hay que estar pendiente de lo que pueda pasar para que la tripulación y el pasaje lleguen a buen puerto en las mejores condiciones.

La grumete del Titanic educaba al pasaje en cómo acomodarse a la vida en el barco, cómo tomar ciertas precauciones, cómo disfrutar de su estancia, etc. y, a la vez que seguía aprendiendo, ayudaba a la tripulación contándole como iba el pasaje y aportando ideas y propuestas desde su creciente conocimiento interdisciplinar. Propuestas que, por ser joven e insignificante, no solían ser tenidas en cuenta. La noche aciaga, la grumete iba corriendo y avisando a la tripulación y a los mandos de buque de que había un iceberg y que el choque era inminente. “Esta manera de guiar el trasatlántico, por lo que he aprendido, nos lleva al choque inminente, al colapso”. Quienes gobernaban el puente contestaban que eran tremendismos, que no estaba demostrado que el choque fuera inminente, que el barco era lo suficientemente fuerte como para superar ese obstáculo y otros muchos más. Se puso a ayudar con los botes salvavidas, de nuevo, dando indicaciones de cómo actuar y qué tener en cuenta.

La adormecida grumete, a la mañana siguiente, repetía ensimismadamente: “Os lo dije. Os lo dije.”.

La educación ambiental lleva más de 50 años advirtiendo de los peligros y mostrando las certezas de que el sistema socioeconómico hegemónico, al mando del timón del barco, es la causa de la crisis ecosocial global que nos dirige al colapso poniendo en riesgo la vida en el trasatlántico, o mejor, en el planeta. Esta triste y cruel pandemia es otro témpano en el camino hacia el gran iceberg del colapso civilizatorio.

Estas son algunas conclusiones extraídas aceleradamente:

  • Nada nuevo bajo el sol. En mi opinión, esta pandemia global no ha revelado nada nuevo sobre los graves problemas ecosociales globales (crisis de cuidados, cambio climático, injusticia social, pérdida de biodiversidad, desigualdad…) porque forma parte de ellos. Posiblemente, tan solo ha llevado a sus límites a una serie de tendencias que ya estaban ante nosotros y que ya habían sido descritas a lo largo de estos últimos años.
  • La burbuja se rompió.  Monbiot nos recuerda que hemos estado viviendo en una burbuja. En los países enriquecidos, creemos que hemos trascendido el mundo material. Pensábamos que la riqueza acumulada, a expensas de otros, nos ha protegido de la realidad. Tras las pantallas, en nuestras casas, coches, oficinas y centros comerciales, nos convencimos de que la incertidumbre se había retirado, que habíamos llegado al fin de toda civilización: el aislamiento de los peligros naturales. Sin embargo, la emergencia nos coloca ante el espejo de nuestra vulnerabilidad.
  • Negacionismo. Riechmann afirma que tenemos un problema de negacionismo. En tres niveles: el nivel uno hace referencia al negacionismo climático; el nivel dos rechaza que somos seres corporales, finitos y vulnerables, que hemos desarrollado procesos destructivos sistémicos de magnitud planetaria y desbordado los límites biofísicos del planeta, y el tercer nivel rechaza la gravedad real de la situación y confía en poder hallar todavía soluciones dentro del sistema, sin desafiar al capitalismo. Y, el capitalismo ha fracasado. La disyuntiva es «la ruina o la revolución».
  • Un fallo del mercado. También ahora, la catástrofe será producto de un fallo del mercado, en esta ocasión, de proporciones verdaderamente demoledoras. Chomsky acusa que la escasez de ventiladores revela la crueldad del capitalismo neoliberal. La prevención para esta crisis restringió ya que “la prevención de una catástrofe futura no produce beneficios”. Es posible que nos recuperaremos de la crisis sanitaria, pagando un precio importante y terrible, especialmente para la población más vulnerable. Pero no nos recuperaremos del deshielo de la banquisa polar y de otras consecuencias devastadoras del calentamiento global. El neoliberalismo ha estado socavando la democracia desde hace 40 años afirma el nobel Stiglitz: “Las élites proclamaban que sus promesas estaban basadas en modelos económicos científicos y en investigación empírica”. Y sigue: “Después de 40 años, ya tenemos los números: el crecimiento se ha frenado y los frutos del crecimiento cayeron abrumadoramente en manos de los muy pocos que están arriba de todo. Mientras los salarios se estancaban y las bolsas se disparaban, los ingresos y la riqueza fluyeron hacia arriba, en vez de gotear hacia abajo”.
  • Sociedad controlada. Sentimos necesidad de este “Estado–pastor” en estos momentos de emergencia sanitaria, pero vislumbramos el riesgo de “quedarse” para ejercer un control total sobre nuestras vidas. Quizás, se cuestione radicalmente el sistema socioeconómico global de los últimos 40 años, pero quizás también, podría crecer la ola xenófoba y autoritaria.
  • Derrota del cortoplacismo. El extendido hábito de la clase política de trabajar a corto plazo, casi exclusivamente en los plazos que marcan las diferentes elecciones, ha quedado arruinado. Emergencias como ésta, la climática o la crisis global no se solucionan con medidas de alcance efímero, por el contrario, se necesitan políticas y acuerdos mayoritarios que construyan resiliencia social y que planifiquen respuestas ante el azar y la incertidumbre.
  • Reducción de emisiones y estigmatización del transporte público. Esta crisis nos deja una clara evidencia: hay una relación directa entre la movilidad motorizada y la calidad del aire. La manera de mejorar la calidad del aire es pues reducir la movilidad motorizada, propuesta nada nueva pro que cobra realce en estos momentos. Sin embargo, la vuelta a la cotidianeidad corre el riesgo de señalar al transporte público como foco de contagio del coronavirus. En cambio, la bicicleta crece en protagonismo.
  • En educación:
    • En general, hemos intentado aprender a llevar el duelo en la distancia y sin el contacto de los seres queridos.
    • En la escuela, al inicial y previsible caos de la enseñanza telemática, le ha sucedido, quizás demasiado tarde, una toma de decisiones respecto la dotación de recursos digitales, al final de curso, evaluaciones y promociones que afectan, sobre todo, a los sectores más vulnerables de la sociedad.
    • La infinidad de situaciones creadas superan toda imaginación: familias que han sufrido la enfermedad o sus familiares más allegados, familias vulnerables y sin acceso a recursos para seguir las clases,  para poder ayudar a las criaturas, sin capacidad para poder establecer rutinas de aprendizaje; las familias que teletrabajan y deben atender el aprendizaje, las que se han quedado en el paro o en un ERTE y tienen que lidiar con su propia inseguridad e incertidumbre, etc.
    • Docentes que, además de atender a sus particularidades familiares de conciliación o enfermedad, han trabajado entre 10 y 12 horas para preparar, enviar, atender, corregir, etc. Los problemas de conciliación, cuando en principio parecería que se iban a relajar, han crecido en el confinamiento.
  • En educación ambiental:
    • Parece que la bomba sanitaria hubiera acabado con todas las sonrisas, ilusión y esperanza de futuro. Uno ve perderse otra generación emergente de educadoras y educadores ambientales que asomaban la cabeza al final de la recuperación de la crisis económica anterior. Habían brotes verdes. Las oscuras sombras de lo acontecido en dicha crisis, cuando se cerraron entre el 60 % y el 80 % de los equipamientos ambientales del Estado y más de 5.000 educadoras y educadores ambientales perdieron su empleo, se ciernen de nuevo sobre este sector que siempre ha hecho equilibrios entre el compromiso ecosocial y la necesidad de ingresos.
    • Protagonismo perdido. La educación ambiental había conseguido un relativo protagonismo en los meses precedentes en contactos con la ministra de Transición Ecológica y también de Educación del anterior gobierno, la presencia en la COP25, los movimientos de jóvenes por el clima (que no se pueden explicar sin la educación ambiental) y, junto con ellos y ellas de docentes y familias, su gradual incremento en las redes sociales, la confección de un Plan de Educación Ambiental para la Sostenibilidad que sustituya, 20 años después, al Libro Blanco de la Educación Ambiental… hacían presagiar que éste iba a ser el año de la educación ambiental. La emergencia sanitaria ha vuelto translúcido de repente el unicornio de la educación ambiental.
    • Futuro incierto. Tarea dudosa. Objetivos inseguros.

Y tras la emergencia sanitaria, ¿qué educación ecosocial nos queda? ¿Por qué? ¿Para qué? ¿Cómo?…

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