La grumete del Titanic

¿Educación ecosocial tras la crisis sanitaria? (1/3)

Estas líneas responden a una necesidad vital de sentir las neuronas trabajando, de intentar entender y comprender la realidad líquida que nos envuelve. Por tanto, están alejadas de un exhaustivo análisis y están vinculadas a un montón de emociones y sentimientos contradictorios que no ayudan a aclarar lo que cabía expresar. La falta de distancia y perspectiva temporal tampoco han ayudado. Surgen a partir de las dudas generadas en torno al (¿nuevo?) papel de la educación ambiental en el post–coronavirus que han animado los debates en redes sociales y conversaciones varias.

Con todas estas salvaguardas (excusatio non petita…), animo a quien lea estas líneas a comentarlas, rebatirlas, complementarlas, etc. Todo ello servirá para encauzar los próximos pasos de la educación ambiental.

Las vamos a publicar en tres partes, para que sea más digerible.

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“Lo diabólico de los números es lo sencillos que son”. El diablo de los números (Enzensberger, 1997)

Y los números de estos días son terriblemente diabólicos. No es fácil imaginar que en este país han fallecido más personas por la COVID–19 (según datos oficiales, que no reales) que las que caben en el campo de fútbol más grande del mundo, en tan solo mes y medio. Personas con nombre y apellidos, personas con familia y amigos, personas con historia e ilusiones de futuro.

Más del 90% de estas cifras, vivieron la guerra o la postguerra, sufrieron la dictadura, trabajaron duramente para dar carrera a sus descendientes –esas que hoy les intentan curar o cuidar–, compartieron su pensión en crisis generada por la estafa de 2008, cuidaban hasta hace poco de las nietas y nietos, etc. Es el colectivo que, dentro de todas las personas afectadas, sufre durísimamente en sus pulmones las políticas de austeridad y los recortes de los servicios públicos decretados para “salvar” a las empresas financieras en la crisis reciente.

Muchas y muchos colegas del campo de la educación ambiental se preguntan qué va a pasar tras esta crisis sanitaria, qué va a ser de la educación ambiental cuando sus empleadas y empleados no se han recuperado del varapalo de la anterior crisis o, en el mejor de los casos, tuvo que desertar para cobijarse en otros empleos. En esos tiempos, cuando la nueva ley de educación había abierto algún pequeño resquicio al aire fresco y está en plena construcción el Plan de Acción de Educación Ambiental para la Sostenibilidad, la educación ambiental transmuta de nuevo en etérea tras un espejismo de visibilidad.

Esta pandemia deja un montón de cifras diabólicas y algunas lecciones a tener en cuenta para cuando volvamos a poder abrazarnos. Vayamos con algunas de ellas:

  • La muerte. Sus grandes cifras. Números convertidos en carne y hueso cuando nos es próximo o íntimo. Los efectos de esta experiencias están por ver: impotencia, sufrimiento, rabia, dolor, indignación, duelo, agradecimiento…
  • Personal sanitario. Desbordado a veces, sin recursos otras, asumiendo tan graves riesgos que hay quien ha pagado con su vida, sintiendo mucha impotencia, distanciándose de sus familias para disminuir los peligros, cuidando lo mejor posible a las personas enfermas y allegadas en estas circunstancias de distancia de seguridad… y haciendo una labor encomiable cargada de responsabilidad y compromiso social.
  • El confinamiento. El Estado se erige en bioprotector de la sociedad restringiendo la libertad de millones de personas en una experiencia inédita en las últimas décadas dando ciertas señales de autoritarismo, militarismo, control social y recentralización. Las consecuencias del confinamiento, tanto en adultos como en infancia, están por determinar.
  • El aislamiento. La realidad se ha vuelto más líquida de lo que ya era. Han cambiado la manera de desarrollar las relaciones sociales: el trabajo, el contacto con familiares y amigas, o con el vecindario. Pero, también recordamos el horror de las mujeres confinadas con sus agresores. Y que no es lo mismo una casa unifamiliar con jardín o huerto que un piso bajo diminuto con ventana a un patio interior. Asimismo, la cuarentena también ha irrumpido en  “en la ruta prevista de los amores”.
  • Crisis de cuidados. La crisis del COVID19 pone de manifiesto la gran invisibilidad y los escasos medios que hoy existen para garantizar un cuidado adecuado en el entorno domiciliario. Asimismo, la escasez de profesionales y el carácter a menudo precario de las condiciones de trabajo en los servicios residenciales es flagrante, algo ya sabido, pero que hasta la fecha no sido tomado como una prioridad social.
  • Fragilidad socioeconómica.
    • Austeridad suicida y homicida. Las grandes instituciones que marcan la economía en el mundo decidieron, en la anterior crisis económica, rescatar a las empresas financieras a costa de aumentar la pobreza de las capas sociales más vulnerables. Los recortes y las privatizaciones en salud, cuidados, investigación vírica, etc. son la escasez de medios y los colapsos sanitarios y de cuidados de hoy. “La escasez de ventiladores revela la crueldad del capitalismo neoliberal” en palabras de Chomsky.
    • Fin del principio de precaución. Hace décadas que desapareció de la vida individual, colectiva y política. Prometedoras líneas de investigación tras el SARS de 2003 quedaron sin efecto por la falta de “rentabilidad económica”.
    • Deslocalización. Décadas vendiendo que la deslocalización es buena porque da más beneficios económicos (ya sabíamos que sociales, no) y ahora no hay apenas una fábrica en toda la geografía, y casi en Europa, que produzca mascarillas o respiradores. ¿Dónde está todo ese tejido industrial solvente que, decían, teníamos?
  • Inseguridad. La reclamada normalidad nos daba una percepción de seguridad que hoy ha desaparecido y que nos hace personas incompetentes, impotentes y desorientadas. La presunta seguridad de la normalidad se ha convertido en la ilusión de una situación que no deja de ser causa del problema: “No volveremos a la normalidad porque la normalidad era el problema” reza un lema de estos días.
  • Histerismo. En los inicios de la situación de emergencia sanitaria nos encontramos ante una situación absolutamente nueva. Lo que recordaba el imaginario colectivo como lo más parecido se retrotraía a la posguerra. La gente no sabía qué iba a pasar y es muy humano intentar protegerse. Seguramente, pensaban que las medidas podían ser ridículas, pero pudo el “por si acaso” y “por los míos”. Las estanterías vacías y los carros rebosando papel higiénico quedarán como uno de los iconos de esta crisis.
  • Doctrina del shock. Naomi Klein nos recuerda que en situaciones de crisis como catástrofes o pandemias, las personas se arriesgan a perder mucho ya que las élites económicas explotan estas situaciones para sacar adelante reformas (impopulares) que agravan la brecha socioeconómica.
  • Ecodependientes, interdependientes y… tecnodependientes. De una parte, un sector laboral se ha confinado teletrabajando. De otra, hemos multiplicado la necesidad de nuestras redes sociales, de la información al minuto, del pasatiempo o la compra por Internet. La tecnodependencia favorece nuestras relaciones de interdependencia, mientras pone en riesgo nuestra ecodependencia.
  • Clase política. Mientras algunos cometen los mismos errores que sus homólogos de la mayoría de los países, otras personas se dedican, en medio de esta situación de alarma sanitaria, a generar una alarma mediática ruin y desproporcionada, mayoritariamente basada en mentiras o medias verdades, al contrario que sus homólogos de la mayoría de los países.
  • En educación:
    • Confinamiento de criaturas. Sin poder salir, socializarse, contactar con la realidad y sin poder acceder a la recomendación de la OMS de una hora diaria al aire libre… las consecuencias están por llegar.
    • Evaluación. A estas alturas de abril, todavía no se sabe cómo va a ser la evaluación final del curso. El teleaprendizaje y la dificultad de hacer los exámenes marcan las decisiones. Es la tormenta perfecta para que la enseñanza se vuelva a plantear las consabidas preguntas: qué, cómo y para qué evaluamos.
  • En educación ambiental la primera preocupación, al margen de la salud, son las educadoras y educadores ambientales de equipamientos y empresas. Un conjunto de personas que han tenido que engrosar las listas del desempleo o, como mal menor, sufren un ERTE. Por lo menos, primavera y, posiblemente, verano permanecerán cerrados. Entidades y equipamientos están en estado de shock: sin ingresos no hay supervivencia.
  • Cambio climático. El cambio climático era el vector que en los últimos tiempos abría paso a la educación ambiental. La crisis sanitaria ha tapado la crisis climática y los negacionistas se han crecido en este nuevo contexto. En cualquier caso, siendo ambas crisis parte del sistema Tierra, es fácil adivinar que están vinculadas, y estrechamente.
  • Incluso, se vislumbra claramente que la pandemia de la COVID-19 va a tener un fuerte impacto en la Agenda 2030, algo que tanto Naciones Unidas como otros expertos en desarrollo sostenible vaticinan con seguridad. 

Sin embargo…

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