JMGB (2021). Claves teóricas y metodológicas para la conformación de un currículo escolar ecosocial.

Apuntes para un contexto

En la pasada Cumbre Mundial de Líderes de la 26a Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP26), celebrada en noviembre de 2021, en Glasgow (Reino Unido), António Guterres, secretario general de la ONU, manifestó en su presentación:

Los seis años transcurridos desde el Acuerdo de París [sobre el cambio climático] han sido los seis años más calurosos registrados. Nuestra adicción a los combustibles fósiles está llevando a la humanidad al borde del abismo. Nos enfrentamos a una dura elección: o lo detenemos, o nos detiene a nosotros. Es hora de decir “basta”. Ya basta de brutalizar la biodiversidad. Basta de matarnos con carbono. Ya basta de tratar a la naturaleza como un retrete. Basta de quemar, perforar y minar nuestro camino más profundo. Estamos cavando nuestras propias tumbas. (ONU, 2021)

Una docena de años antes, en 2009, Ban Ki-moon, el predecesor secretario general de la ONU, en la COP 15 celebrada en Copenhague, afirmó que “Tenemos el pie atorado en el acelerador y vamos derechos al abismo” (El País, 2009). La cita es extremadamente visual, muy cinematográfica (recuerda a la escena final de Thelma y Louise). Nos imaginamos en un automóvil, un símbolo de la modernidad, y estamos apretando el acelerador como si no hubiera un mañana, a una velocidad tal que es imposible cambiar de dirección o sentido. La segunda frase nos coloca ante un abismo, frente a la certeza de que nos encaminamos hacia el colapso, y resume claramente la situación de riesgo en la que nos movemos.

Incluso el papa Francisco realiza encíclicas en este sentido. Por ejemplo, en Laudato Si. El cuidado de la casa común (2015) afirma:

El mundo está subordinado a la lógica de la técnica que es la lógica del “usar y tirar” (…) cuando la técnica desconoce los grandes principios éticos, termina considerando legítima cualquier práctica. Todo está íntimamente relacionado (…) no hay dos crisis separadas, una ecológica y otra social, sino una sola y compleja crisis socio-ecológica. 

Cinco años más tarde, en 2020, aprovechando el confinamiento consecuencia de la COVID-19, el papa Francisco, redactó una larga encíclica, en este caso, de marcado carácter social: Hermanos todos. Sobre la fraternidad y la amistad social. En ella critica el liberalismo económico, la globalización despiadada, la tiranía de la propiedad privada sobre el derecho a los bienes comunes, el consumismo, la falta de empatía hacia los inmigrantes o, incluso, el control que ejercen las compañías digitales sobre la población y la información. Francisco sentencia: 

El mercado solo no resuelve todo, aunque una y otra vez nos quieran hacer creer este dogma de fe neoliberal. Se trata de un pensamiento pobre, repetitivo, que propone siempre las mismas recetas frente a cualquier desafío que se presente (…) Hay reglas económicas que resultaron eficaces para el crecimiento, pero no así para el desarrollo humano integral. 

A partir diferentes direcciones nos llegan diversos mensajes de que hay una gran crisis, una crisis climática o una crisis de este modelo civilizatorio. Sin embargo, desde muchos más sentidos y en mucha más cantidad recibimos la última y extraordinaria oferta de los productos de las grandes multinacionales, de los últimos cotilleos de la telebasura, del deporte de élite o de la técnica gastronómica en boga. No hay nada más que observar las webs de los principales medios de comunicación para comprobarlo. Por cada noticia sobre cambio climático, nos encontraremos decenas de las citadas. Esto hace que mucha parte de la sociedad viva en una especie de burbuja donde sus preocupaciones pasan por cómo conseguir el último smartphone o el mayor número de likes en la red social de moda. Las inquietudes ajenas viven fuera de la burbuja donde otras personas sufren hambruna, discriminaciones, migraciones, problemas de salud y de cuidados, y donde otras especies ven sus poblaciones esquilmadas y en riesgo de supervivencia. La ciudadanía, en general, perpetúa la inercia consumista sin apenas percibir que amenaza las formas de vida del planeta. Los conceptos violencia simbólica, de Bourdieu, hegemonía cultural, de Gramsci, o el síndrome de la rana hervida nos ayudan a entender mejor esta situación. 

Este momento histórico de decrecimiento acelerado de los bienes comunes y de crisis ecológica global nos ha traído hasta el Antropoceno. Una nueva era geológica generada por una manera antropocéntrica de entender y relacionarnos con el mundo, bajo el paradigma del individualismo, de la acumulación, del éxito, del poder, de ser popular e importante… Esta perspectiva ha orientado durante los últimos tiempos gran parte de las decisiones personales y de las medidas políticas de los países y de las élites económicas. Un paradigma que pone en serio peligro la propia vida en la Tierra.

Sin embargo, crece en las sociedades una perspectiva ecosocial que aprende y actúa por superar el sistema económico hegemónico y el heteropatriarcado, pilares del antropocentrismo, que trata de construir una necesaria Transición Ecosocial que genere ecociudadanía, garantice la igualdad y la equidad entre humanos, utilice fuentes de energía renovables, asegure la soberanía alimentaria y energética, fomente el cuidado y empoderamiento de las personas, etc. En definitiva, que construya los cimientos de una nueva sociedad más justa socialmente y mejor ajustada a los ciclos de la biosfera.

Para ello, se necesitan personas formadas, indignadas y empoderadas capaces de plasmar cambios en la realidad en la que viven. Y por eso, la educación ecosocial es un fundamento de dicha construcción.

Algunas limitaciones al cambio educativo

El cambio hacia una educación ecosocial no está exento de múltiples dificultades y obstáculos.

La primera limitación para una transición educativa son los sistemas educativos. Parafraseando una frase recurrente de Pablo Meira, el problema más relevante de la educación ecosocial es que la educación de carácter ecosocial no es relevante. Y no es relevante porque los sistemas educativos están bajo las directrices emanadas de la OCDE:

Recordemos que la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos) es una institución nacida para favorecer la expansión y el desarrollo económico de sus países miembros (…) Su objetivo es buscar la eficiencia económica a través de modelos de gestión descentralizados dentro del sector público y orientados hacia los rendimientos. Considera a la educación y a las personas como instrumentos para el desarrollo económico, motor de riqueza, para ser técnicamente competentes, aunque no tengamos capacidad de pensar críticamente o de respetar la humanidad. (Imbernón y Rodríguez, 2020)

La segunda consideración son los propios límites de la escuela. Illich, en su obra La sociedad desescolarizada (1974) ya nos advertía que considerar a la escuela como la única institución responsable de la educación conllevaba un efecto antieducacional en la sociedad, ya que le quitaba simbólicamente sus propias propiedades educativas y culturales. Así, dejados en manos de los sistemas educativos derivados de la influencia de la OCDE, los currículos invisibilizan la crisis global, sus causas, sus actores y actrices y consecuencias.

Y la tercera, el propio entorno educativo. Como citábamos en anteriores trabajos (Gutiérrez Bastida, 2018), sabemos también que el contexto escolar, siendo un posible aliado, muchas veces se convierte en territorio enemigo: en la escuela se trabajan la solidaridad, la cooperación, el consumo responsable y la alimentación saludable. Al finalizar la jornada escolar y salir a la calle, los chicos y chicas se encuentran con la competitividad, la publicidad agresiva, el consumismo desaforado y la comida rápida y con exceso de azúcares y grasas. Además, las primeras décadas del siglo XXI han forjado la primera generación de personas del mundo occidental que crece en el interior de los hogares, la generación nativa digital que dedica mucho tiempo a las redes sociales digitales, al televisor, a escuchar música en solitario, a navegar por Internet o a jugar en dimensiones virtuales fantásticas. Una generación alejada de la naturaleza y del contacto con ella. Una generación con ciertos riesgos de salud superiores a las anteriores: obesidad, dificultades de atención, huida del espacio real…

Algunas oportunidades para la transición educativa

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Gutiérrez Bastida, JM (2021). Claves teóricas y metodológicas para la conformación de un currículo escolar ecosocial. En Meira, P.Á.; Candia, F.X.; Iglesias, L. e Gradaílle, R. (coords.) (2022). Educación Ambiental y Cultura de la Sostenibilidad. Construyendo la transición ecológica. Sociedad Iberoamericana de Pedagogía Social. http://hdl.handle.net/10347/29231

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