
Este artículo revisa la investigación educativa en relación con la crisis eco-social usando recursos del pensamiento decolonial y feminista para replantear el fallido intento intelectual de occidente al organizar el mundo persiguiendo el beneficio económico y la cosificación de la vida, de la educación y de la investigación.
La investigación educativa y la enseñanza alcanzan todo su sentido cuando los gestos, aparentemente triviales, de nuestro día a día en las aulas sirven para asegurar que esta experiencia inefable que es la vida será disfrutada por cualquier persona en cualquier rincón de la tierra en toda su gama de posibilidades. Sin embargo, hoy más que nunca, sabemos que alimentamos un sistema que sobrevive, precisamente, excluyendo de estos bienes y estas oportunidades a la mayoría de los habitantes de nuestro planeta. Un sistema que se expande y no duda en fagocitar a sus, hasta ahora, protegidos aplicando las mismas recetas que ha estado empleando durante siglos con los pobladores invisibles del Sur global.
Aunque todavía a mucha distancia, estamos traspasando el umbral de la zona del no ser. Esa zona en que habitan los sujetos subalternos, personas sin derechos de cuya explotación y miseria ha dependido y depende nuestra vida y el llamado progreso de occidente (Grosfoguel, 2012). Políticas antidemocráticas y deshumanizadas se nos imponen cada vez más abiertamente, modos de vida cada vez más precarios se instalan en nuestra cotidianidad, políticas educativas más excluyentes y privatizadoras se implementan intensamente. Estas tácticas de regulación social de violencia creciente están provocando el derrumbe de la dignidad en zonas del planeta hasta ahora libres de ellas, el Norte global. La supresión de los derechos que dan previsibilidad y amparo a las personas dentro de un entendimiento compartido produce lo que Rita Segato (2018) define como la intemperie de la vida.
Esta indefensión generalizada que nos oprime y somete ¿nos hará más cómplices de los pueblos y grupos sociales tradicionalmente excluidos, incluidas las mujeres? O ¿la complicidad será con el sistema dominante, considerándoles a ellos y ellas los causantes de nuestra pérdida de derechos y del endurecimiento de las condiciones materiales de vida? Es en esta disyuntiva que debemos plantearnos el sentido que la investigación educativa podría tener durante la crisis ecosocial: incorporando la diferencia, la otredad, incluidos los otros seres no humanos, y facilitándola traducción intercultural para hacer significativa, entre los diversos grupos sociales, la interconexión entre las opresiones y la solución colectiva de las mismas a través de la educación y la justicia social global.
Para desarrollar este planteamiento, primero, ubicamos la investigación educativa en la crisis ecosocial desde la condición póstuma (Garcés, 2017). Después revisamos las relaciones de dominación y violencia del sistema onto-epistémico que descansa en la ilustración y acudimos a recursos intelectuales decoloniales y feministas desde los que imaginar un espacio alternativo para la investigación educativa.
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Rodríguez-Romero, M. (2020). Investigación Educativa, Neoliberalismo y Crisis Ecosocial. Del Extractivismo a la Reciprocidad Profunda. REICE. Revista Iberoamericana Sobre Calidad, Eficacia Y Cambio En Educación, 18(2), 135-149. https://doi.org/10.15366/reice2020.18.2.007