
En un breve lapso, el mundo tal y como lo conocíamos se convirtió en uno distinto. La emergencia sanitaria ha puesto todo de cabeza, desde nuestra vida cotidiana y actividades productivas, hasta nuestros planes para el futuro. Los espacios de existencia —trabajo, hogar, escuela, ocio y entretenimiento, etc.—, bien definidos hasta hace poco, se han traslapado y tornado indistinguibles. Ha habido una ruptura, un quiebre. No sólo han cambiado nuestros modos de hacer, sino nuestros modos de ser, nuestras formas de ver (De Certeau, 1996). Las prioridades son otras, aunque seguimos creyendo que es algo temporal. Por lo pronto, hay que proteger nuestra salud y la de nuestros seres queridos, pero la contingencia domina más que nunca nuestras vidas al dislocarse la estructura normativa en la que solíamos movernos. Todo esto ha sido provocado por una repentina pandemia derivada de un virus patógeno para el que los seres humanos no tenemos barreras biológicas, de ahí que nuestro sistema inmune no puede neutralizarlo y eliminarlo. Tampoco contamos con una vacuna, pese a que es un problema que se había anticipado desde distintas disciplinas —microbiología, inmunología, bioseguridad, virología, patología veterinaria, etc.— que ocurriría más pronto que tarde. Invertir en investigación y desarrollo de una vacuna contra el potencial brote de un nuevo coronavirus que pudiera causar infecciones respiratorias desconocidas se consideró poco rentable por parte de las empresas farmacéuticas; y los gobiernos, por su parte, ignoraron los pronósticos del conocimiento científico disponible. Ahora estos mismos van a marchas forzadas para conquistar el mercado de la nueva vacuna. A diferencia de la súbita aparición de la enfermedad COVID-19, el cambio climático global es un fenómeno atmosférico cuya alerta fue lanzada desde hace más de 40 años. En 1988 se creó el Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (PICC) para nutrir las decisiones y las políticas de respuesta de los gobiernos y los organismos multilaterales. El PICC está integrado por más de 1 mil 300 científicos que trabajan para esclarecer los posibles escenarios y las consecuencias que pudieran ocasionar los cambios progresivos.
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González Gaudiano, E. J. (2020). La educación frente a la emergencia sanitaria y del cambio climático. Semejanzas de familia. Perfiles educativos, 42(170).

