
Varias décadas de debates sobre «nuestro futuro común» han dejado algunas «huellas ecológicas» no sólo en el ámbito económico, sino también en el ético, político y educativo, para guiarnos en un posible camino para afrontar los retos del siglo XXI. La sostenibilidad se ha convertido en la cuestión dominante en este comienzo de siglo, con repercusiones no sólo en nuestro planeta, sino también en la capacidad de reeducar nuestro pensamiento y todos nuestros sentidos, con más posibilidades de reavivar nuestra esperanza en un futuro digno para todos. La Carta de la Tierra se encuentra entre estas huellas.
Los valores de sostenibilidad que promueve la Carta de la Tierra tienen un enorme potencial educativo: la preservación del medio ambiente depende de una conciencia ecológica y la formación de esta conciencia depende de la educación. Es aquí donde entra en juego la ecopedagogía, o pedagogía de la Tierra. Se trata de una pedagogía para promover el aprendizaje como «sentido de las cosas de la vida cotidiana», según afirman Francisco Gutiérrez y Cruz Prado. Desarrollamos este sentido sobre la marcha, experimentando nuestro contexto, y en este proceso abrimos nuevos caminos – no nos limitamos a observar el trayecto. Se trata entonces de una pedagogía democrática y comprensiva, una pedagogía para la vida cotidiana.
La educación está conectada con el espacio y el tiempo donde se producen realmente las relaciones entre el ser humano y el entorno. Ocurren sobre todo a nivel emocional, mucho más que a nivel consciente. Por lo tanto, suceden mucho más en nuestro subconsciente; no nos damos cuenta de ellas, y muchas veces no sabemos cómo suceden. Por eso, la ecoeducación es necesaria para llevarlos al nivel consciente. Y la ecoeducación requiere una pedagogía. Como subraya Gaston Pineau, hay una serie de referencias asociadas a ella: la experiencia bacherliana; los estudios sobre el imaginario; el enfoque transversal, transdisciplinario e intercultural; así como el constructivismo y la pedagogía alternativa. Hoy en día, necesitamos una eco-pedagogía y una eco-educación. Necesitamos una pedagogía de la Tierra precisamente porque sin esta pedagogía para reeducar a hombres y mujeres, ya no podemos hablar de la Tierra como un hogar, como una madriguera para el «hombre-animal», como decía Paulo Freire. Sin una proliferación de la educación sostenible, la Tierra no será percibida más que como el espacio para nuestro sustento y para la dominación técnico-tecnológica, el objeto de nuestras investigaciones, ensayos y, a veces, de nuestra contemplación. Pero, no será un espacio vivo, un espacio que nos dé «solaz» y exija de nosotros «cuidados».[Traducción propia]
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Antunes, A., & Gadotti, M. (2009). Eco-pedagogy as the appropriate pedagogy to the earth charter process. The Earth Charter in Action, Part IV: Democracy, Non violence and Peace.

