El año 2020 empezó con una gran dosis de optimismo para la educación ambiental. En el horizonte próximo aparecía la redacción del Plan de Acción de Educación Ambiental para la Sostenibilidad (PAEAS), presentado en la pasada COP 25 y que incluía un gran proceso de participación, además de un congreso nacional en otoño para su presentación. Veinte años después del Libro Blanco de la Educación Ambiental en España, parecía que se contaba con un fuerte e ilusionante apoyo institucional. Lamentablemente, la educación ambiental ha sufrido una parada radical debido a la crisis sanitaria provocada por la COVID-19. La diferencia con otros sectores es que, hasta el momento, … Continúa leyendo Alcañiz (2020). La educación ambiental poscoronavirus
La crisis sanitaria de la COVID-19 ha surgido en un contexto previo de crisis ecológica y social. Esta crisis global ha tenido importantes consecuencias sanitarias, sociales y económicas, pero también ha supuesto una oportunidad para la reflexión y para el surgimiento de multitud de iniciativas íntimamente relacionadas con los pilares y valores de la Educación Ambiental (EA). Muchas de ellas nos han devuelto a un principio clave de la visión ecofeminista: situar la vida y los cuidados en el centro. Nos han dejado aprendizajes que nacen de la excepcionalidad, pero que podemos (y debemos) aprovechar, de forma que nos permitan … Continúa leyendo López y Fernández (2020). Aprendizajes positivos de la pandemia y el confinamiento relacionados con los pilares y valores de la educación ambiental. Lecciones de resiliencia
Viento Sur. 23/06/2020 | Maitane Arri, Marije Etxebarria y JoseManu Gutiérrez Lur ha vuelto a clase esta mañana. Hacía más de dos meses que no pisaba ese espacio cotidiano de conocimiento, normas, amistades, docentes, camaradería, amores, etc. Una vuelta a un territorio lleno de emociones. Pero, esta vez, las impresiones son encontradas. Ahora, llega a la puerta, tiene que esperar su turno, a la distancia reglamentada, contenta y expectante, viendo el nuevo look de sus compas con la mascarilla, buscando miradas, guiños cómplices que va aprendiendo desde que llevan la boca tapada, un poco tensionada por cómo van a ir las … Continúa leyendo Arri, Etxebarria y JMGB (2020) Pandemia, crisis ecosocial y educación
Creo que hay dos factores a tener en cuenta, que todavía no han llegado: la duración de la situación de emergencia y la filosofía de las medidas económicas que se tomen. Entre estas últimas, se vislumbran, por una parte, una vuelta de tuerca al neoliberalismo, capaz de adaptarse a cualquier situación y de decir que es la solución más que la causa de los problema y, por otra, unas políticas auspiciadas por una mayoría de ministras y ministros de medio ambiente, ecología o transición ecológica europeas cercanas a un Green New Deal. En tercer lugar, estaría una rotunda respuesta ecosocial ante lo que ha pasado y lo que queremos que sea el futuro, pero me temo que necesite más tiempo.
Sin estos dos importantes datos, a los que se suman entre otros, el estado de shock compartido en el que se encuentra quien esto escribe, me atrevo a intentar contestar a dichas cuestiones con una serie de conclusiones parciales, inconclusas y con más sentimiento que neurona. Y lo intento hacer desde lo que uno ha vivido en educación ambiental muchos más años de los que nunca hubiera pensado. Con todas estas salvaguardas que, espero, ayude al entendimiento de quien esto lee, comenzamos:
La educación ambiental antes de la crisis sanitaria, a mi entender, trataba de ayudar –educar– a las personas a reconocer la crisis ecosocial global que sufre la vida del planeta para que pudiesen conocer sus posibilidades de participación en la solución y ejecutar acciones ecosociales transformadoras tanto individual como, sobre todo, colectivamente.
La crisis ecosocial global no solo no ha desaparecido con la emergencia sanitaria, sino que es causa y colaboradora necesaria en el desarrollo de la pandemia. Seguimos en el Antropoceno, por tanto, el objeto de trabajo de la educación ambiental sigue ahí enfrente y nos necesita aquí, luchando, educando.
La educación se dirige a las personas y ellas están ahí, sufriendo la crisis y la emergencia, por tanto seguimos teniendo a quien ayudar.
Esta educación ecosocial que trato de desplegar en distintos ámbitos se desarrolla en fases que durante muchos años explicaba, ahora adaptado, de la siguiente manera. El progreso en la educación ambiental se da de la misma manera que lo cotidiano. Un día, te levantas y al entrar en la ducha notas que no hay agua caliente. Témpanos de hielo recorren tu piel (sensibilización o indignación). Piensas necesariamente que algo pasa, que hay un problema. Sales a ver qué sucede, si funciona la caldera, si está encendida, examinas el manual, etc. (búsqueda y adquisición de conocimiento). Ves que eres parte del problema, te hielas, pero parte de la solución, puedes hacer algo (toma de conciencia). Y, tras conocer la causa del problema, barajar distintas posibilidades y ver cuales están en mi mano (empoderamiento), realizas las tareas necesarias individualmente o con la ayuda de alguien para solucionarlo (acción transformadora individual y colectiva).
Estas son, pues, sin entrar en mucho detalle, las fases del proceso educativo en el nuevo contexto:
Indignación. Esta crisis ha sacado a la luz las aristas más duras de la crisis ecosocial global. Nuestra labor, como educadoras y educadores ambientales es desarrollar la pedagogía de la indignación (Freire), que recuerde que las personas no somos objetos de la Historia, sino también sujetos de la misma: nuestra presencia en el mundo implica elección y decisión, no es una presencia neutra. Indignarse significa afectarse psicológicamente (irritarse, enfadarse, molestarse…) contra lo que es injusto o indigno. Y las causas de la crisis ecosocial global son absolutamente injustas e indignas. “Necesitamos estar indignados, muy indignados” afirma Naomi Klein.
Conocimiento. Conozcamos las causas y las consecuencias de la problemática sanitaria y ecosocial, cómo afecta a personas y ecosistemas, cómo afecta más a una personas que a otras, qué tipos de soluciones se están implementando o proponiendo, cuáles son los agentes que participan, valoremos críticamente si las medidas son adecuadas o sólo favorecen a una parte de la población, si se está trabajando en prevención, etc.
Concienciación. Mientras la sensibilización nos acerca al problema, la concienciación es un proceso personal, ético y moral, que nos involucra de lleno en él: soy parte del problema, luego soy parte de la solución. Debo y quiero actuar.
Empoderamiento. Para poder actuar en la sociedad debo conocer mis derechos, mis posibilidades de participación, cómo hacerlo, etc. Empoderarse es adquirir la capacidad para actuar en la transformación del mundo.
Acción ecosocial transformadora. Es la puesta en práctica del empoderamiento. Es la realización de actuaciones, individuales y colectivas, que transforman realidades, que mejoran la vida de las personas, que ayudan a desarrollar vidas dignas de ser vividas.
Durante la emergencia sanitaria o al finalizarla, nos toca ayudar a arraigarnos y explorar los límites de nuestros cuerpos y los del planeta; a repensar el mundo; a aprender a sobrellevar el duelo en situaciones de confinamiento; a colaborar en el cambio del modelo de cuidados; a experimentar cómo vivir con lo suficiente; a cambiar el modelo socioeconómico por otro más justo, ecológico y democrático; a reconstruir las políticas y sistemas de salud pública; a crear modelos sociales equitativos e inclusivos; a robustecer los sistemas de protección social (protección al desempleo, garantía de ingresos mínimos o desmercantilización de la vida –salud, educación, transporte…–, protección universal…); a desarrollar la cultura del reparto, de la equidad y de la solidaridad; a apoyar políticas públicas basadas en la precaución y el cuidado; a reflexionar críticamente y diseñar estrategias sostenibles de presente y de futuro; a insistir en la relación salud–medio ambiente; a estimular el no volver a la “normalidad” sino a transitar juntos hacia el nuevo escenario por el que queremos y por el tenemos que trabajar; a reconocer los vínculos con las otras personas y con otros seres vivos (ecodependencia e interdependencia); a denunciar el greenwashing; a formar formadores y formadoras; a trabajar mejor con el azar y la incertidumbre; a distinguir entre los intereses generales y los de las grandes corporaciones.…
Y toca también, reconocer y aprovechar los aprendizajes realizados durante el confinamiento: que el sistema de producción y consumo se puede detener; la revalorización de los vínculos sociales (interdependencia), tanto familiares como de amistades; la necesidad vital de contacto con la naturaleza; la valoración de los servicios públicos y de las políticas –necesitadas de financiación en forma de impuestos–; el ajuste del consumo (ecodependencia) y la necesidad de decrecer material y energéticamente; la creación de redes solidarias para ayudar a los colectivos dependientes o vulnerables; el (re)descubrimiento del vecindario y de lo cercano; el aprecio de empleos que hasta ahora no eran reconocidos; el reconocimiento de la feminización de los cuidados; la valoración de la producción agrícola e industrial local; el vínculo entre salud y educación ambiental; la necesidad de desarrollar la resiliencia necesaria que nos permita afrontara en mejores condiciones futuras emergencias; el decrecimiento material y el posible colapso civilizatorio…
En todo caso, la educación ecosocial que viene no tendrá éxito si no se articula con los movimientos sociales, políticos y culturales más allá de las instituciones. Para ello, frente a las actuales articulaciones de competencia hay que establecer relaciones de complementariedad y de sinergia, que optimizan y mejoran las acciones de cada agente social. Estos deben compartir el diagnóstico de la situación y desde cada visión se aportan manos y propuestas a la necesaria transformación ecosocial: agroecología, ecofeminismo, sindicatos, cooperativas energéticas, ayuda a inmigrantes, soberanía alimentaria, economía ecosocial… Y no será fácil. El poder de las élites del sistema socioeconómico hegemónico es inmenso, su capacidad de adaptación y justificación a las nuevas situaciones es extraordinario y las fuerzas de la oposición radical son muy modestas.
La ley de educación debe apuntalar el desarrollo de una competencia ecosocial que, basada en el reconocimiento de nuestra ecodependencia e interdependencia, incremente la resiliencia de nuestro alumnado, de las comunidades educativas, ante nuevas emergencias, el decrecimiento material y el previsible colapso civilizatorio.
El profesorado necesita urgentemente formación y ser competente e educación ecosocial. Ello conlleva las necesarias partidas presupuestarias y equipos formativos realmente preparados.